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Mis raíces como “Psicóloga”

Siempre he sentido una gran curiosidad por conocer el mundo, lo que me ha llevado a viajar (¡siempre que me ha sido posible!) y a vivir en diferentes lugares. 

La psicología llamó a mi puerta muy temprano, siendo una niña.  

Todo empezó con esos juegos en los que, usando imágenes y metáforas, intentábamos averiguar cómo eran nuestros amigos y cómo sería su futuro, su vida, etc. En aquella época me parecía asombroso pensar que, siguiendo una historia en la que se hacían diferentes elecciones (elegir un camino u otro, una casa, un animal, un color…), pudiéramos «adivinar» cosas tan íntimas sobre los demás.

Evidentemente, con el tiempo descubrí que no era tan simple, y que la psicología no nos convertía en adivinos o en lectores de mentes.

Desde la distancia que me dan el tiempo y la madurez, me doy cuenta de que una parte de mí necesitaba entender las cosas que no marchaban bien en casa y ayudar a que las personas que había a mi alrededor fueran más felices.

Primeros pasos

La carrera supuso para mí un gran baño de realidad. La psicología que me enseñaron era muy diferente a la que yo había imaginado, y pasé la mayor parte del tiempo tomando notas de profesores que pasaban las clases dictando. A pesar de todo, no dejé de estudiar y obtuve muy buenas notas,  especialmente en las ocasiones en las que tenía la suerte de disfrutar de un profesor o profesora inspirador (¡que los hubo!).

Alzando el vuelo

Tras terminar la carrera en Granada (mi ciudad natal) en 1998, decidí salir a buscar una Psicología menos teórica y más real, que me inspirara. Mi curiosidad por explorar y por aprender me llevó a comenzar diferentes proyectos. Hice algunas formaciones muy buenas relacionadas con mi profesión, empecé a colaborar como psicóloga voluntaria en algunas ONG´s y me estrené como formadora ocupacional. Fue una época estupenda, en la que también me trasladé a vivir durante un tiempo a Arequipa (Perú) y Roma (Italia) para participar en dos experiencias que marcaron un antes y un después en mi vida, y que me hicieron crecer muchísimo como profesional y como persona.

Una parada de larga duración

Tras regresar de Italia, me trasladé a Almería (una ciudad costera del sur de España) para comenzar un nuevo reto laboral como educadora social en un centro de acogida de menores (actividad que simultaneé durante varios años con una beca en un rectorado de la universidad y , posteriormente, impartiendo clases en cursos de la Junta de Andalucía). Finalmente, llegó el momento de plantearme un nuevo cambio, y decidí incorporarme en un proyecto en el que seguí creciendo como profesional y como persona durante los siguientes dieciocho años de mi vida. 

Esta experiencia, trabajando como Psicóloga con menores y con familias en el ámbito de la protección a la infancia, ha sido tan bonita como intensa y emocionalmente compleja, y me ha permitido acompañar de forma continuada, tanto a nivel individual como familiar, a muchos niños y niñas, adolescentes y adultos en los que el trauma y la pérdida -con todo lo que estos conllevan- están muy presentes.

Saliendo de mi zona de confort

Paralelamente, en los últimos años decidí salir de mi zona de confort para formarme con nuevas propuestas de intervención que (¡por fin!) llegaban a España desde otros países, y que respondían a lo que para mí es una Psicología viva, ecléctica e integradora, que se adapta a las necesidades de cada persona. En este nuevo recorrido, he tenido la suerte de realizar formaciones de diferentes enfoques con profesionales de la psicología de todo el mundo, y a fecha de hoy, continúo formándome de manera estable y trabajando en mi propio proceso de terapia personal.

¿Sabías que los buenos terapeutas (y los que intentan serlo) acuden a terapia? Los psicólogos también somos humanos, y necesitamos trabajar nuestros propios duelos, puntos ciegos y preocupaciones en terapia. Esto nos permite poder  acompañar de la mejor manera posible a las personas con las que nosotros ejercemos de guía.

No todo va a ser trabajo, ¿no?

Durante estos últimos años he continuado viajando y disfrutando en mi vida cotidiana de otras pasiones que, a menudo, incorporo también en mi trabajo, como la fotografía, la danza, el arte,  la música, o el cine, y he sido actriz en grupos de teatro aficionado durante años. También amo disfrutar de otros pequeños placeres, como un buen libro o un espectáculo, un desayuno al aire libre, el olor a tierra mojada y a jazmín natural, o meter mis pies en «remojo» en un río o en el mar, mientras observo el suave fluir del agua en movimiento. ¡Y por supuesto, adoro compartir largas conversaciones, actividades y risas con las personas a las que quiero!